El Monte de El Pardo, por Julio Llamazares
Reproducimos a continuación una columna publicada en el diario El País en el año 1994 por el escritor Julio Llamazares, antiguo alumno del Cristo, sobre sus recuerdos del Monte:
"El primer sitio que conocí de Madrid fue El Pardo. Yo tenía 12 años y venía a estudiar interno al colegio de los padres capuchinos donde ya estaba un hermano mío. Recuerdo aún perfectamente la noche en que llegué: las luces de la autopista, el túnel de Guadarrama, el olor de los pinos del monte y la visión del colegio recortándose en la noche sobre lo alto de la colina que domina el valle de El Pardo. Y también, cuando me fui a dormir (por primera vez en mi vida lejos de casa), el resplandor de Madrid, a través de la ventana, en la distancia.
El colegio de los padres capuchinos -o del Cristo, como popularmente lo llaman- estaba, y aún sigue allí, en pleno monte de El Pardo. Es, de hecho, junto a un par de restaurantes, la avanzadilla de la civilización (en esa inmensa dehesa que se extiende por el norte de Madrid hasta las mismas fuentes del Manzanares y que ha sobrevivido a aquélla gracias a su condición de cazadero real, primero, y a partir de la guerra civil, de jardín privado de Franco. A éste le debo, precisamente, si bien por delegación, el enorme privilegio de haber conocido un monte que, para el resto del mundo, permanece inaccesible y oculto tras alambradas: dada la situación del colegio y la afición de todos los dictadores a tener sus frailes particulares, no sólo nos regalaba la carne de los. conejos y los gamos que cazaba (y que nosotros, pobres internos, acabábamos odiando), sino que nos dejaba entrar al monte una tarde a la semana. Eso sí, vigilados estrechamente por los frailes y los guardas.
"El primer sitio que conocí de Madrid fue El Pardo. Yo tenía 12 años y venía a estudiar interno al colegio de los padres capuchinos donde ya estaba un hermano mío. Recuerdo aún perfectamente la noche en que llegué: las luces de la autopista, el túnel de Guadarrama, el olor de los pinos del monte y la visión del colegio recortándose en la noche sobre lo alto de la colina que domina el valle de El Pardo. Y también, cuando me fui a dormir (por primera vez en mi vida lejos de casa), el resplandor de Madrid, a través de la ventana, en la distancia.
El colegio de los padres capuchinos -o del Cristo, como popularmente lo llaman- estaba, y aún sigue allí, en pleno monte de El Pardo. Es, de hecho, junto a un par de restaurantes, la avanzadilla de la civilización (en esa inmensa dehesa que se extiende por el norte de Madrid hasta las mismas fuentes del Manzanares y que ha sobrevivido a aquélla gracias a su condición de cazadero real, primero, y a partir de la guerra civil, de jardín privado de Franco. A éste le debo, precisamente, si bien por delegación, el enorme privilegio de haber conocido un monte que, para el resto del mundo, permanece inaccesible y oculto tras alambradas: dada la situación del colegio y la afición de todos los dictadores a tener sus frailes particulares, no sólo nos regalaba la carne de los. conejos y los gamos que cazaba (y que nosotros, pobres internos, acabábamos odiando), sino que nos dejaba entrar al monte una tarde a la semana. Eso sí, vigilados estrechamente por los frailes y los guardas.
Ahora leo en el periódico que el Patrimonio Nacional y el Gobierno regional discuten sobre la posibilidad de convertir El Pardo en reserva científica o en parque natural. Ignoro por qué motivos y quién tiene razón (seguramente ninguno), y qué pretenden hacer, pero lo único que les pido es que lo dejen igual que está. Y, sobre todo, que no lo al público con dudosos y falsarios argumentos democráticos.
La prueba principal de que el monte, de El Pardo tiene que seguir oculto y protegido tras alambradas es el aspecto que muestra la parte que ya está abierta."
Comentarios
El Palacio y palacete llamado de "La Zarzuela", así como la "Casita del Príncipe" y el predio denominado "La Quinta", quedarán abiertos al turismo... sin embargo el Presidente de la República podrá habitar el palacio en las épocas que tenga por conveniente. (Ley de 22 de marzo de 1932, artículo 6º)
Los bienes que integran el Patrimonio Nacional quedan adscritos, en la parte en que sean adecuados, al uso y servicio del Jefe del Estado. (Ley de 7 de marzo de 1940, artículo 6º).
Tienen la calificación jurídica de bienes del Patrimonio Nacional los de titularidad del Estado afectados al uso y servicio del Rey y de los miembros de la Real Familia (Ley 23/1982, de 16 de junio, artículo 2º).
Pues eso. Al Rey lo que es del Rey, y al César lo que es del César.