José María Giner Pantoja, protagonista del siglo XX


José María Giner Pantoja se merecía un lugar destacado en este blog. La mayoría de los vecinos de El Pardo no sabemos quién fue, pero ocupó un lugar destacado en la historia del Real Sitio y la de España.

Fue el único hijo de Alberto Giner Cossío y Tomasa Pantoja Monasterio. Alberto Giner era primo hermano de Francisco Giner de los Ríos, médico y profesor de excursiones de la Institución Libre de Enseñanza. Su madre, Tomasa, era hija de José María Pantoja y Agudo, destacado masón. Tanto Alberto como Tomasa eran profundamente católicos y de ideología liberal.
Alberto Giner, de pie a la derecha, con Tomasa y su hijo José, sentados, junto a Ricardo Rubio, Manuel B. Cossío y Francisco Giner de los Ríos. Fundación Francisco Giner de los Ríos.

En 1886, Alberto Giner comenzó a dirigir los Asilos de El Pardo por lo que el matrimonio se estableció en la propia institución de beneficencia. Los Asilos ocupaban las antiguas caballerizas y el antiguo cuartel de Guardias de Corps del Real Sitio, situados en las inmediaciones del Palacio de El Pardo. José Giner Pantoja nació en Madrid en 1889. La familia vivió en los Asilos hasta que Alberto Giner dimitió de su cargo de director a finales de 1922.
Marcos González. El Pardo. Patio de los Asilos

Durante todos esos años, El Pardo fue lugar predilecto de las excursiones de Francisco Giner y sus discípulos. Además, Alberto Giner tenía pacientes particulares y amigos que se alojaban en las distintas casas que tenía en el casco urbano: Calle de San José, Calle Mira el Río y Plaza de Rogelio Enríquez. Entre los que trató en El Pardo figuran el pedagogo Luis de Zulueta, el escritor y traductor Ramón María Tenreiro, el neurocientífico Nicolás Achúcarro o el hispanista Marcel Bataillon. Fue dueño de varias viviendas en el Sitio Real en la que pasaban temporadas personas cercanas a la Institución, como Joaquín Costa.
José Giner Pantoja pasó los primeros años de vida en El Pardo, conviviendo con los asilados, hombres, mujeres, niños y niñas pobres. Años después comenzó sus estudios en la Institución Libre de Enseñanza. Durante los cursos escolares vivía en la Institución y pasaba los fines de semana en El Pardo. En 1909 se licenció en Filosofía y Letras (Historia) por la Universidad Central. Se doctoró y estuvo alojado en la Residencia de Estudiantes, entonces en la calle Fortuny.
Se implicó en los centros educativos vinculados con la Institución Libre de Enseñanza. En 1910 comenzó a trabajar de profesor en la propia Institución Libre de Enseñanza, especializándose en la enseñanza de Historia e Historia del arte. Entre 1914 y 1921 impartió la asignatura “Historia de las Bellas Artes” en la Escuela de institutrices de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Durante varios cursos dirigió las excursiones del Instituto-Escuela de Madrid a los museos de Reproducciones Artísticas, Prado y Arqueológico Nacional para explicar la Historia general del Arte. Por último, fue director de la Casa Escuela Concepción Arenal (1921-1925), del Protectorado del Niño Delincuente. El Protectorado, presidido por Tomasa Pantoja y promovido por la portuguesa Alice Pestana, fue el primer reformatorio de Madrid y llevó a la práctica las ideas de Concepción Arenal para la corrección de los jóvenes delincuentes.

Dormitorio y baño de la Casa-Escuela Concepción Arenal. Nuevo Mundo, nº 1432 (1921). Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.

En 1910 ingresó en el Centro de Estudios Históricos, dirigido por Menéndez Pidal, formando parte de la sección “Instituciones Sociales y Políticas de León y Castilla” que dirigía Eduardo de Hinojosa. En 1915 terminó su colaboración en el Centro.

En 1916 en el primer viaje que hace el escritor norteamericano John Dos Passos a España se hicieron amigos y mantuvieron la relación toda la vida.
Pepe Giner era mi cicerone. Por la tarde, pasábamos a veces frente a la encantadora ermita de Goya a la que la expresión de Jefferson “arquitectura esférica” se aplica tan bien, y atravesando la llanura de encinas que constituye el fondo de los retratos de Velázquez, llegábamos hasta el antiguo pabellón real de El Pardo. El padre de Pepe, un médico retirado […] también él parecía pintado por El Greco. La madre de Pepe, siempre de negro, era una de las señoras devotas en los cuadros de monjas de Zurbarán. Tomábamos una especie de merienda-cena con ellos y regresábamos al oscurecer.

El verano de 1920 lo pasó en La Granja de San Ildefonso. Allí conoció y entabló amistad con la infanta Isabel, la Chata. Así lo comentaba a Dos Passos:
es una pobre vieja excelente y muy divertida para tratarla como objeto arqueológico. No sabe Ud. lo amigos que nos hemos hecho ella y yo. Raro ha sido el día que no pasara en su compañía hablando su cuarto de hora!! Esto me ha dado un prestigio entre la gente chic que he estado a punto de ser lo que por aquí llamamos un pollo elegante

En 1921 obtuvo las oposiciones al cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos. Su primer destino fue la Jefatura del Archivo de la Delegación de Hacienda y Biblioteca Provincial de La Coruña. Aunque su deseo era trabajar en el Museo del Prado o en el Museo Arqueológico, al año siguiente se traslada al Archivo Histórico Nacional, situado entonces en el mismo edificio que comparten la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional. En este Archivo se hizo cargo de la Sección de Órdenes militares donde realizó la catalogación completa de los pleitos y ocupó el cargo de secretario. Los ratos que no se encontraba en el Archivo trabajaba en la Institución o en el Protectorado del Niño Delincuente.
José Giner Pantoja, el primero de la izquierda. Nuevo Mundo, nº 1917 (1930). Hemeroteca Digital de la
Biblioteca Nacional de España

La llegada de la Segunda República llevó a José Giner a trabajar para el Patrimonio de la República, actual Patrimonio Nacional. Realizó los trabajos de separación de los bienes privados que había abandonado la Familia Real en el Palacio Real de Madrid, para restituirlos a los Borbones, de los del Estado y se ganó el afecto de la reina Victoria Eugenia. En 1932 se pidió su colaboración para las explicaciones artísticas del Palacio Real de Madrid, entonces llamado Nacional, y como secretario de la Comisión artística del Consejo de Administración del Patrimonio de la República se encargó de la museología del Palacio. En 1934 comenzó a preparar la guía artística de los tapices de los palacios de Madrid y El Pardo y ampliación del inventario de alfombras.

John Dos Passos narra una visita al entonces Palacio Nacional guiados por José Giner:
Nadie mejor capacitado que él. Nos condujo por la gran escalera de mármol hasta el salón del trono, con sus leones dorados y su profusión de bustos negros de emperadores romanos. Todo aquello era obra de los Borbones. Pepe nos enseñó el techo que Tiépolo había pintado […]. Se mostraba tan entusiasmado que, finalmente, empecé a apreciar la magnificencia de aquellas nebulosas abstracciones de gobierno y poder, bañadas en la fría luz de las esferas celestiales. Hasta entonces, apenas me había dignado mirar a los últimos representantes de la escuela veneciana.
Aquel día, Tiépolo venía bien con nuestro estado de ánimo. Teníamos grandes esperanzas de que el nuevo poder republicano en España avanzara envuelto en la clara luz de la razón. […]
En el Palacio Nacional reinaba la calma. Nosotros éramos los únicos visitantes. Mientras nos enseñaba el similor, los tapices y los relojes antiguos, Pepe, con su manera humorística habitual y como quitándole importancia, nos describió la marcha del último de los Borbones. […]
Cuando hacía el inventario de los bienes reales, Pepe se encontró por casualidad con la corona de España en una bolsa de tela verde, escondida en un viejo armario ropero.
Mientras nos contaba lo sucedido, iba enseñándonos las habitaciones donde habían ocurrido los distintos episodios. Tuvimos la sensación de haberlos presenciado.

En 1936 volvió a ocuparse de temas sociales. Esta vez volvió a la que había sido su casa durante tantos años, los Asilos de El Pardo. El gobierno del Frente popular le nombró el 4 de marzo de 1936 vocal-delegado del patronato del Orfanato Nacional de El Pardo (Asilos de El Pardo), cargo que ocupó hasta la evacuación de los acogidos a Levante en noviembre de ese mismo año. Compartió patronato con: Margarita Rodríguez Velasco, pro­fesora de la Escuela Normal de Santiago y directora entre 1929 y 1935 de la residencia de niñas del Instituto-Escuela; Ramón María de Labra y Martínez, hijo del conocido antiesclavista y exrector de la Institución Libre de Enseñanza del mismo nombre; Guillermo Angulo Pastor, profesor de la Escuela Nacional de Puericultura; Aurora Pérez González, viuda del neuropsiquiatra José Sanchís Banús y exinspectora de estudios del Orfanato. La labor que inició el patronato se vio interrumpida por la Guerra civil. Se destituyó al administrador-depositario, Luis Carmona Terrón, y se sustituyó por Luis Sánchez Cuesta, hermano del librero León Sánchez Cuesta. Se dotó de un nuevo reglamento que creaba la figura del director del Orfanato, que debía recaer en un educador. Para este puesto, hubo al menos dos candidatas, la escritora y maestra Carmen Conde y la médico y enfermera María Teresa Junquera. Finalmente, el nombramiento de María Teresa Junquera tuvo lugar a finales de julio.

Francisco Medina Ample "Pazamor". "Homenaje al fundador". El Ideal del Orfanato, nº 3 (1936).

El 9 de febrero de 1937 se le encargó que se hiciera cargo del Archivo General de Palacio, pues su director el poeta y pintor José Moreno Villa salió hacia Valencia en noviembre de 1936. También es en 1937 cuando se le nombró vocal de la Junta Central del Tesoro Artístico que salvaguardó las principales obras del patrimonio artístico del Museo del Prado, presidida por Timoteo Pérez Rubio, del que fue su mano derecha. La Junta Central puso a salvo las principales obras del Museo del Prado y de palacios y monasterios, llevándolas primero a Valencia y después a Peralada, Figueras y Ginebra. De los miembros de la Junta Central sólo Timoteo Pérez Rubio y Giner Pantoja se negaron a prestar adhesión a Franco. El documental Las cajas españolas explica toda la labor de la Junta. Finalmente, fue miembro de Comité internacional de expertos de catalogación de obras de arte españolas. Empezó así un exilio de casi tres décadas.
Comité Internacional de expertos para el inventario de las obras de arte españolas ante el Palacio de la Sociead de Naciones de Ginebra (Giner Pantoja es el tercero por la derecha). Marzo de 1939. Museo Nacional del Prado.
 
En 1948 en una carta a su amigo John Dos Passos le narró lo que había vivido en la última década:
Y ahora te contaré de mi vida, como quieres para que estén enterado de mis aventuras. Me casé en París en 1940. Soy completamente feliz, y heme aquí con una vida nueva y distinta de la que tú me conociste! Mi mujer que es francesa y de origen belga, se llama Jeanne Hovelacque y es la cuñada de un antiguo amigo y de mis padres el hispanista Marcel Bataillon, que en El Pardo ha vivido con nosotros. Mi pobre madre murió en Valencia en noviembre de 1937. Calcula qué golpe fue aquel para mí. El consuelo fue que no sufrió, que no vio el fin de nuestra tragedia ni la guerra mundial y lo que nos ha dejado. Yo estuve sirviendo a mi país hasta el último momento posible, y fui el encargado de llevar á Ginebra, al Palacio de la Sociedad de Naciones el Tesoro Artístico Nacional, salvado íntegro. ¡Otro día te hablaré de mis angustias y mis trabajos durante dos años con los cuadros del Prado, las maravillas de Toledo y El Escorial! Una vez entregado todo me quedé sin saber qué hacer, en qué trabajar, abandonado y sin dinero. Felizmente encontré trabajo en Ginebra, donde viví medio año archivando papeles de la Embajada de México. Luego me vine a París porque me negué rotundamente á marcharme á América con el resto de mi familia Giner, prefiriendo luchar en este viejo mundo al que estoy tan pegado, á irme de profesor a América. Y aquí me tienes. Primero he trabajado en la Junta de Cultura española, para amparar, proteger y enviar a América a los intelectuales españoles. Después me ha llamado la Biblioteca Nacional y aquí me tienes rehaciendo el Catálogo de los fondos antiguos españoles. Ya lo he hecho en las Bibliotecas Mazarine y del Arsenal y ahora estoy en la de Sainte Geneviève. Hasta cuándo? Dios dirá, mas el mundo no lleva trazas de cambiar. Primero hemos vivido frente al Jardín de Luxemburgo, ahora, desde hace casi tres años en esta rue Jacob, entre librerías de viejo y anticuarios y á dos pasos del Louvre. Aquí me conocen y me aprecian y empiezo también á ganarme la vida con expertises de pintura española.
Hemos sufrido mucho con la guerra, hemos perdido mucho y hemos aguantado los largos y difíciles años de la ocupación alemana rodeados de personas de la resistencia y sorteando cada día los peligros de ser presos. Felizmente hemos llegado bien hasta el fin!! También de todo esto hay mucho que contar.

El matrimonio Giner-Hollevacque vivió junto al Palacio de Luxemburgo, cuartel general de los alemanes en París. El día que abandonaban los nazis París, salieron a la calle a participar de la Historia. José Giner cogió la mano de su mujer y le dijo: “No podemos quedarnos aquí esperando. Esto es la historia. Tenemos que salir a ver lo que pasa”. Cruzaron París en medio del tiroteo y el estruendo de los tanques aliados que estaban ocupando la capital. Llegaron a Notre Dame en el momento en que De Gaulle entraba en la nave central.
En 1940, él,  Bataillon y un vecino de Collioure recibieron el encargo de José Machado de proteger las tumbas de Antonio Machado y de su madre en Collioure antes los intentos de las autoridades franquistas de traer el cuerpo del poeta a España. En 1958 se reinhumaron en Collioure los cuerpos en una sepultura nueva y Giner Pantoja depositó en ellas un ramo de romero, pino y cantueso que mandó recoger en el puerto de Navacerrada.
En 1957, se fundó en París el Ateneo Iberoamericano del que fue su vicepresidente. Allí organizó cursos de historia y de historia del arte y excursiones por París y alrededores. Sustituyó al general Emilio Herrera Linares en la presidencia del Ateneo por fallecimiento del ingeniero en 1967. La sesión del homenaje a Herrera se grabó y podemos escuchar ahora su voz
Desde Francia comienza a realizar viajes intermitentes a Madrid y a finales de los 60 regresa definitivamente a España. Retoma entonces la dirección de las excursiones por toda España con los antiguos alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, llegando a realizar 103. La primera fue a Toledo el 1 de diciembre de 1963, y la última fue a Sigüenza el 19 de diciembre de 1976. Falleció en Madrid el 8 de abril de 1979, celebrándose misas en Nerja, El Pardo y el Monasterio de las Descalzas Reales.
Esquela publicada en ABC el 6 de mayo de 1979


En 1977 realizó testamento, donde dispuso su enterramiento por el rito católico, en el que siempre vivió, en el Cementerio de la Sacramental de San Isidro en la sepultura de su padre, Alberto Giner Cossío. Pidió que se introdujeran en la caja el Cristo, retratos y objetos piadosos que tenía en la mesita de noche y que se echaran sobre su cuerpo las flores secas que había recogido en sus excursiones por España. Como ejemplo de la extrema humildad de la familia, en la lápida no figura ninguno de los nombres de los dos cuerpos inhumados.

Sepultura de José María Giner Pantoja en el Cementerio de la Sacramental de San Isidro.

Legó al Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid la copia del cuadro de la Virgen del Milagro que las monjas del monasterio regalaron a su bisabuela Tomasa Agudo, al Museo del Prado el dinero sacado de la venta de su piso de París, al Museo del Romanticismo el cuadro de su bisabuelo José María Pantoja Lapuente, gobernador de las provincias de Zamora, León y Córdoba, pintado por Antonio María Esquivel, y el tocador y costurero de su bisabuela Tomasa. Por último, respecto de sus muebles, libros y objetos ordenó que se repartieran entre sus albaceas y amigos y lo que no quisieran se dieran a las Hermanitas de los Pobres o a cualquier institución benéfica.

Antonio María Esquivel, Retrato de don José María Pantoja y Lapuente. Museo Nacional del Romanticismo, nº inventario CE1892. Fotógrafo: Javier Rodríguez Barrera

Para entonces ya se había desprendido de una de las dos casas que le quedaron en El Pardo tras la construcción por parte de Patrimonio Nacional de las del Paseo de El Pardo, que supuso el derribo de las situadas en la Calle San José. La casa situada en la Plaza de Rogelio Enríquez la donó a la que había sido criada de la familia en El Pardo y encargada del cobro de los alquileres, María Vega Carmona. Y la de la calle Mira el Río pasó tras su muerte a sus familiares Pantoja.

Casa de José Giner Pantoja en la calle Mira el río. Fotógrafa: Concha Cortés.

José Giner Pantoja era un gran conocedor de El Pardo y su monte. Cuando sus padres vivían en los Asilos salían todas las tardes a pasear por los encinares. Él publicó una guía de excursiones por El Pardo en 1926 incluida en el primer número de la revista Residencia, publicación de la Residencia de Estudiantes. En ella recomendaba las visitas al convento del Cristo, al Palacio de La Zarzuela, a Colmenar Viejo pasando por la fuente del Angosto, el puente de Tejada y la casa de la Angorrilla, a la Marmota y a la Torre de la Parada. Todos estos lugares destacan por sus magníficas vistas de la sierra de Guadarrama, tan disfrutadas por su tío Francisco Giner de los Ríos.

Su primo Bernardo Giner de los Ríos que acompañaba a sus tíos y primo recordaba en 1947 sus paseos por el monte y las puestas de sol desde la Torre de la Parada:
Siempre que podía no me perdía el paseo que todas las tardes daba él [Alberto], acompañado de mi tía Tomasa, por el monte. Si no salía con ellos, me hacía el encontradizo. Aquella cara de alegría suya al divisarme, sabiéndome tan amante como él de ese monte maravilloso, que me enseñaron a amar tanto él como don Francisco, y bajo cuyas encinas, en horas plácidas, sin prisas, en muda contemplación, he oído decir cosas admirables a mi tío Paco, que no olvidaré nunca… sentado, acurrucado más bien en el suelo, como está en ese maravilloso retrato, en el que parece un monje franciscano, comiendo su pedazo de queso, con la pulcritud y el arte que ponía en toda acción. (…)
He comenzado a amar y a apreciar la belleza del campo en este monte admirable. Las puestas de sol, desde los altos de la Torre de la Parada, teniendo a los pies las suavidades de los llanos que llegan hasta el Palacio; y las encinas, a aquella hora, proyectando su sombra alargada sobre estas suavidades, no se me han borrado nunca.

De sus excursiones con sus alumnos a El Pardo tenemos la relación de la que codirigió junto con José Ontañón el 4 de mayo de 1924. Esta excursión la solían repetir tanto en primavera como en otoño, las dos estaciones en las que el monte de El Pardo se encuentra más espléndido. Venían andando desde la sede de la Institución, pasaban parte del día en el monte, visitaban el Palacio con la iglesia, la Casita del Príncipe y el Convento del Cristo y subían por el Manzanares hasta la fuente del Angosto. Por último, regresaban a Madrid en autobús.

Se conservan varios testimonios sobre sus clases de Historia e Historia del Arte. Antonio Jiménez-Landi recordaba así las primeras: “la benignidad con que trataba a todos los personales, incluso a los menos idóneos para merecerla. Esta actitud obedecía, no solamente a la gran bondad del profesor, sino a su deseo de educar a los alumnos en la comprensión y en la benevolencia hacia los demás, y, máxime, si se trataba de pueblos extraños; pues la Historia que se enseñaba en la Institución procuraba ser imparcial, patriótica; pero no patriotera, dirigida a la paz entre los pueblos.”

Consuelo Gutiérrez del Arroyo, discípula en la ILE y continuadora de su trabajo en la sección de Órdenes militares en el Archivo Histórico Nacional, recordaba las visitas al Museo del Prado. Cada martes desde los 11 años acudían a recorrer las obras:
Según los cursos, nuestros itinerarios dentro del Museo variaban mucho. Quiero recordar ahora uno de los primeros que hicimos: comenzamos con los primitivos flamencos – Van Eyck, Van der Weyden… hasta Breughel y Teniers – para luego seguir con los primitivos italianos. Luego pasábamos a los españoles: las clases cada vez, eran más un diálogo, un constante preguntar y responder, un abrírsenos los ojos a todo. Si ante el cuadro de los Van Eyck o los magníficos Van der Weyden el Sr. Giner hablaba, explicándonos las características de esta escuela flamenca, siempre con una claridad y sencillez extraordinaria, luego, ante los continuadores de éstos, nos hacía ver las nuevas modalidades por ellos introducidas; unas veces hablando con él, otras, haciéndonos hablar a nosotros, con preguntas agudas y finas por su parte, con respuestas más o menos acertadas por la nuestra. Nos dejaba que discurriéramos ante un cuadro, escuchando siempre atento, nuestras observaciones, y llevándonos al buen camino cuando éstas empezaban a ser disparatadas, siempre respetando lo que decíamos, pero dirigiendo nuestro pensamiento para que nosotros mismos nos diéramos cuenta de que no estábamos en los cierto, nunca cortando nuestras opiniones con una palabra de brusco desacuerdo, nunca calificándolas de tontería, absurdo, disparate.
Ante los primitivos italianos el diálogo continuaba. ¿Qué diferencia hay entre estos cuadros que ahora veis y los flamencos de antes? Y otra vez empezábamos a hablar nosotros, y otra vez seguía él, con interrupciones y observaciones, tirándonos de la lengua, aclarando nuestras ideas, haciéndonos ver la belleza de esta diferente manera de interpretar la pintura, y haciendo comparaciones entre una y otra escuela, resaltando sus diferencias y características, y escuchando nuestras reacciones estéticas y las preferencias que cada uno mostrábamos. […]
En los primeros cursos nos daba una visión de conjunto de las diferentes escuelas, de los grandes maestros y de sus obras principales. Más adelante nos dedicábamos a ver la pintura española, la veneciana: el Greco, Velázquez, Goya, ocupaban varias etapas de nuestras tardes. Nos hablaba de los diferentes influjos y etapas de su vida artística, y luego nosotros, creíamos que solos, pero siempre guiados por él, lográbamos clasificar cronológicamente, siempre razonando por qué, la obra de cualquiera de ellos. Para mí las clases que así recibimos en las salas de Velázquez fueron esclarecedoras e inolvidables […]

Otra de sus alumnas, María del Carmen Nogués, recordaba así las clases de Historia del Arte de los jueves:
Además de las clases de Historia que nos dio el Sr. Giner, con aquella feliz flexibilidad de nuestros planes de estudio, también nos enseñó Arte. A veces, nos sentábamos en círculo e iba pasando un montón de postales o de libros que veíamos uno por uno, asimilando la explicación. Pero no contento con la ampliación de estos horizontes pedagógicos, comenzaron las clases vespertinas – las amenísimas clases de los jueves- proyectadas puertas fuera. Se nutrían de los alumnos de su clase regular, de antiguos alumnos y de aquellos que concurrían por razones de interés en el tema.
Pasados muchos años, comprendimos que para el Sr. Giner las obras de arte eran la expresión más cabal de la historia del período correspondiente, si es que sabemos ver la obra de arte. De ahí que lo que aprendimos fuera un todo continuo. Nos familiarizó con la significación que los aportes culturales tenían para la evolución de la Historia de España.  […]
La clase comenzaba con la lectura del resumen de la clase anterior, encargado previamente y en la que todos participábamos. A veces, confrontaba varias obras o épocas o estilos. Aunque en estas clases expuso un panorama de arte en general, arquitectura, pintura y escultura; recuerdo nítidamente el curso de la pintura del s. XVII en adelante.
Después de mostrarnos un cuadro de Velázquez, para el que había empleado la palabra sutil, nos proyectaba la obra de uno sus seguidores, haciendo notar que éste no supo hacer lo que su maestro, pero sí cogió el alma de la figura, o bien otro la pincelada o aquel otro el paisaje.
Estas clases poseían otro don. Terminaban con una especie de “suspense” que nos motivaba para desear asistir a la siguiente.
La admiración que el Sr. Giner sentía por el Arte le impidió envejecer y ese sentir admiración por las cosas bellas nos lo supo transmitir, y por ello le debemos gratitud.

Por último, queremos terminar este texto con la semblanza que hizo su alumno el historiador Luis García de Valdeavellano:
Pero hoy nos aflige que Pepe Giner, el Señor Giner, se nos ha ido calladamente, como vivió, y así tenía que ser porque su sensibilidad, su educación, sus maneras, su saber mismo rechazaban el ruido. A él le gustaba andar por el mundo de puntillas, silenciosamente, sin que su nombre – como merecía – se hiciese oír entre los historiadores del Arte, sin molestar a nadie, sin atraer la atención de nadie, recatadamente como obedeciendo a un íntimo pudor. Así era Pepe Giner, el Señor Giner que nos ha dejado para siempre: enemigo de todo bullicio y de toda vanidad personal, sencillo, afable y afectuoso con todo el mundo, entrañable para los que quería y sabía que le queríamos, pero siempre recatado en sus palabras, en sus actitudes, en su conducta. Y era así por razón de que había asimilado como pocos la educación recibida desde los años de su infancia y adolescencia en las clases de la Institución y entre los encinares de El Pardo, junto al hogar paterno.

Comentarios

Benito ha dicho que…
Extraordinario artículo. Muchas gracias por compartirlo
Teresa Asenjo ha dicho que…
Excelente Texto que me ha emocionado e interesado mucho!!
Enhorabuena Javier muchísimas gracias por compartirlo con todos nosotros
Araceli Martín Ariza ha dicho que…
Interesante artículo. Me ha gustado muchísimo. Gracia Javier.
Javi Fernández ha dicho que…
Muchas gracias por vuestros comentarios. Me alegro de que os haya gustado. Tenía pendiente escribirlo desde hace mucho tiempo y estas últimas semanas me he puesto a redactarlo. Faltaría saber qué cuadros pudo comprar el Museo del Prado con el dinero del piso de París.
Blanca Sáenz ha dicho que…
Me ha gustado muchísimo su artículo. Muy interesante. Llevo muchos años trabajando en la figura de su abuelo, José María Pantoja y Agudo, el padre de Tomasa, cuya biografía es también apasionante. Le adjunto el enlace a la biografía que publiqué en el DBE, por si fuera de su interés: http://dbe.rah.es/biografias/136359/jose-maria-pantoja-y-agudo
Javi Fernández ha dicho que…
Blanca,
muchas gracias por tus palabras y el enlace. Sí, toda la familia es muy interesante.
Un saludo

Javier
Unknown ha dicho que…
Excelente Javi. Me estoy pensando homenajear de algún modo a este compañero.

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