Otoño en El Pardo, según Juan Ramón Jiménez
"Contra el macizo negro y plata de Guadarrama, que asoma imponente, mina de hierro, entre sus nubes grandes, al fin del río, el agua gris viene al puente viejo, entre chopos deshojados, que aún conservan un festón amarillo.
El terreno bello, lomeado, hace un oleaje de verdeazul y sombras, y por las negras encinas sin bellotas, andan los cuervos negros.
El dramatismo de El Pardo no es nada ascético, como se ha dicho tanto, ni nada místico, su trájico es sano, su fatídico es saludable y con quien debiera concertar mejor que con Felipe II, Felipe IV y Carlos IV, es con Carlos III.
El Pardo se ha aconsejado como sanatorio. Sí, es sanatorio de sanos, concentrador de dispersos, arraigador de volubles, pedazo ejemplar de esta gran España otra -¡qué lejos de ésta!- con su Guadarrama de hierro y plata, sus encinas de hierro y fecundidad y su suelo de hierro y vida."
En el mismo libro aparece otro texto titulado "El Pardo" que reproducimos a continuación:
"Entre los chopos amarillos, aún en el invierno, que bordea el río abierto, Guadarrama llega hasta el agua del final, negro y nieve. Por el sur, horizontes suaves y redondos de verdor que recuerdan los de Andalucía. Y hacia el lado de Madrid, una calzada entre plátanos, para ir y venir a pie, o un ribazo, arriba, por el ladeado pinar.
Mucho olor a Pardo en las botas, en los zapatos de Francisco Giner, tierra guardada en una alforja sucesiva colgada de la percha, mucho roce, mucha amistad con el monte bajo y mucho ensueño largo de las encinas. Y mucho olvido de lo pequeño de la existencia bajo el rumoreo suave y eterno de los pinos, con toda la sierra enfrente."
Comentarios